Empieza la noche, fresca.
Su cuerpo se desliza por las calles,
bailando con la noche.
Y mi mirada la sigue, sin perder detalle.
La noche sigue su curso, tranquila.
Mi mirada perdida en
su baile.
Y suena exquisita la música
que es la noche.
Su encanto a la luz de la farola
confunde, y distante mi mirada
la busca.
Y ella sigue bailando.
Que linda la música
que es la noche.
Me envuelven sus notas
cómo gotas de lluvia.
Mi mirada la busca
por la calle,
y ella sigue bailando.
Su cuerpo esbelto
se funde con el asfalto
y yo la confundo con la luz de la luna.
Pero ella sigue bailando,
como las luces de la ciudad
bailan con mis ojos.
Qué dulce momento.
Su figura reflejada en el cielo.
Su voz.
Y suena exquisita la música,
que es la noche.
Ya llueve.
A ella no le importa
y se mueve
cual grácil gaviota
vuela sobre el horizonte.
¿Como encontrarla?,
si es libre, y yo esclavo
de mis palabras.
Ahí está, bailando.
Y si pudiese
la alcanzaría.
Pero ella vuela
cuál grácil gaviota
se eleva entre el mar
y la tierra.
Aún llueve.
Y cada gota
és un oceano
que inunda mi mirada.
Ya no la veo.
Cada nota calla
la melodía que acariciaba la noche,
y la verdad con el día
surge de la nada:
nunca podré alcanzarla.
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